noviembre 22, 2024


Por Miguel SOLANO

La tarde había renunciado a su candidez y la mar tornaba nublado y confuso su retiro tras el horizonte. A mi me encanta mirar la forma como el Sol mueve sus pies en el espacio tiempo del Universo.

Y en la medida que el astro desaparece va apareciendo en mi la necesidad de violar las leyes del género y obtener ese abrazo del Ser buscando.

La tragedia en mi mundo es que el gran placer se obtiene si la conquista trae incertidumbre, si el abrazo te lo da alguien que se puede negar, alguien capaz de mostrar auténtica extrañeza.

Siempre he tenido extrañezas, pero los muchachos de los barrios traídos por un mercader del negocio emocional, cuando me dicen:
—Yo no sabia que era pa’ ‘eto…sólo están tratando de entrar en la discusión monetaria para inflar los precios. Y por rico que uno sea siempre duele ser estafado.¡El amor no tiene precio, pero un polvo no vale tanto!

La vaina de las vainas es que los negros son siempre los dueños de nuestras fantasías. No sólo de la nuestras, los que sentimos apetitos por nuestros semejantes, también les ocurre a las mujeres, sean lesbianas o les gusten los hombres. Cuando se trata de fantasía sexual todos sucumbimos frente al negro. Tengo una amiga que dice:»una fantasía sexual con un blanco es una pesadilla y el que la tiene con un asiático, chino o japonés…, merece la horca». En ese tema sólo hay que decir «al que Dios se lo dio…».

Pues bien, mi fantasía es con ese negro, tan sabio que parece tonto . Un moreno de rostro limpio, sonrisa suave, acento de hombre culto y enojo de sonrisa. Debe tener unos cinco pies 9 pulgadas, 170 en músculos libres, pies como los de Aquiles y yo me lo imaginaba con la fuerza sexual de Hércules.

Ofrecerle dinero no resultaría salomónico porque mi negro tiene principios. Pensé millones de veces en cómo hacerlo y cada escenario me de venía en un fracaso.

Ya hacía cierto tiempo que teníamos una relación de trabajo muy fructífera, pero nunca me apareció el coraje para decirle, “Juan Alberto, coño, respirame en el cuello «. Ya no puedo aguantar más. Inventé el drama más posible, ese que Apolo pudo poner en el mundo de Afrodita. Me fui a mi suite en el hotel y le llamé para que viniera y habláramos de algo horrible llamado a sucederme si pronto no se actuaba.

El llegó con esa chacabana blanca que pone a bailar todo su pecho. Para escanear todo su cuerpo lo saludé como japonés, lentamente inclinandome. Me dudaron las uñas. Enfrentarme a Goliat hubiese resultado menos desafiante. Con miradas temblorosas le ofrecí un trago que mi negro tomó con gentileza.

Me siento, me paro, finjo que no sé cómo decirle lo que me pasa, trato de deslizar mis manos por sus miradas. Sé que debo impactar. Me pongo de pies y le obligó a acercarseme con ese «dime que te pasa». Me lancé sobre sus hombros y empecé a llorar esperando sentir sobre mi cuerpo sus brazos consoladores. Mi negro esperó como ignorante. Entonces le revele mi tormento:
—La Casa quiere que corra para vicepresidente y yo no sé cómo lanzarme.
Mi negro, viendo correr mis lágrimas, me respondió con ese sentido común dueño del destino de los negros.
—Eso es sencillo: La Casa tiene poder para resolver eso. Dile a ellos que lo resuelvan.

En ese momento yo me pregunté:¿para qué doctaron al negro de sabiduría? Había perdido mi batalla. Aparte mis ojos de sus pecados no cometidos, dejé las inútiles lágrimas secarse solas , abrí la puerta y lo despache. La Casa me respaldó, llegué a ser alcalde y después ministro, pero mi negro sigue siendo mi inspiración fantasma, esa virtud de la negación. Cuando aparece en esos despiertos sueños lo tomo por el cuello y le grito :¡Jodete!

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