noviembre 21, 2024

Oscar López Reyes

El presidente Luis Rodolfo Abinader Corona tuvo una buena puntería. Dio en la puntilla o en el clavo, en un engendro socio-comunitario tan laberíntico, excéntrico y revuelto como el de la juventud. Hace casi un año -18 de junio de 2022- prometió trabajar para que el Ministerio de Educación implemente el servicio militar voluntario en los planteles educativos, como variante de larga longitud focal para fomentar los valores, a fin de prevenir la delincuencia, el consumo de sustancias ilícitas, el pandillerismo y la violencia intrafamiliar.

Complementariamente con su puesta en marcha, sugerimos al jefe de Estado que repita, una y otra vez, el aludido discurso que improvisó al encabezar el acto de graduación de la trigésima primera graduación de 3,349 estudiantes que aprobaron el Programa de Formación en Valores del Ministerio de Defensa (MIDE), y que luego el mandatario replicó (17 de diciembre de 2022) en otra ceremonia de la Dirección General del Servicio Militar Voluntario (SMV), de ese instituto castrense.

En el antedicho programa, que desde el 2001 ha graduado a más de 65 mil jóvenes -el 53% del sexo femenino y el 47 del masculino-, los participantes son instruidos en fundamentos de moral y cívica, cortesía y disciplina militar, valores y símbolos patrios, salud, primeros auxilios, seguridad vial, habilidades para el empleo, enfermedades de transmisión sexual, desastres naturales, cuidado del medio ambiente y recursos naturales.

La Dirección de Orientación y Psicología del Ministerio de Educación acaba de informar que, desde septiembre de 2022, han reportado 20 mil 120 conflictos violentos entre estudiantes y 1,724 enfrentamientos entre alumnos y docentes. Alarman los acosos sexuales, uniones tempranas y embarazos, sobresaltos que imploran la colocación de la luz roja, como el semáforo.

En su plática, Abinader Corona copló en la diana o blanco de tiro, en virtud de que una legión de muchachos callejea y vaga decaídos, raquíticos y achacosos, como si fueran viejitos; se cansan cuando corren una cuadra y no tienen capacidad para auxiliar a sus progenitores de ataques de maleantes.

Las parrandas de patronos públicos y privados, el acomodamiento y complacencia hogareñas, los prejuicios y haraganerías no dejan a esos jovencitos que aprendan a bachear vías públicas, podar árboles, cortar caña, realizar labores agrícolas ni vender frutas y chucherías, para que graviten como hombres fortalecidos.

El adiestramiento militar, físico y psicológico disciplina y prepara a esos mozalbetes para permanecer en las filas policiaco-militares, participar en servicios sociales, en brigadas de producción y desastres naturales, alistarse para un empleo digno y defender a la patria con las armas.

El servicio militar, obligatorio o voluntario, existe en Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Cuba, México, Perú, Venezuela y otros países, y este no tiene más acogida por los traumas a resultas de las violaciones a los derechos humanos cometidas por tiranías e instructores de la democracia.

Un mal torero no expresa que el mamífero sea bellaco. Son jergas diferenciadas y, en ese razonamiento, conviene abrir un debate sobre el servicio militar y el movimiento Boy Scouts, con exposiciones de los aspirantes a la Presidencia de la República y representantes de los partidos minoritarios.

El entrenamiento de tropas de los jóvenes, exhibiendo uniformes e insignias, cargando mochilas y repitiendo en voz alta frases positivas, disciplina y apareja para que mañana sean buenos ciudadanos, profesionales o funcionarios públicos y privados.

Esas oportunidades de crecimiento personal se obtienen a través del servicio militar, obligatorio o voluntario, y los movimientos como los Boy Scouts, que inculcan ideales nobles y los enseñan a ser valientes, patriotas, obedientes, responsables, honestos, respetuosos, generosos y perseverantes.

Además de estos valores y creencias, el servicio militar y los Boy Scouts ejercitan en programas sociales en barrios y comunidades, como primeros auxilios y alfabetización; en excursiones en parques nacionales y aventuras en montañas, cuevas, ríos y mares.

Esas buenas acciones habilitan, como dice el juramento de los Boy Scouts, “para mantenerme físicamente fuerte, mentalmente despierto y moralmente recto”, lo que indica que son cualidades positivas para la vida, y para lograr un empleo remunerado.

Con el respaldo de los candidatos presidenciales, los ayuntamientos, congregaciones religiosas, cuerpos de bomberos y clubes de servicios debería revivirse, bajo estricto apego a los derechos humanos, el movimiento Boy Scouts o el servicio militar voluntario, para forjar una ciudadanía más pulcra.

Ante la propuesta del presidente de la República sobre el servicio militar voluntario, los ministerios de Educación y Defensa están compelidos a tomarle la palabra, en un enlace saliente y de alto relieve para izar la bandera del voluntarismo militar en las aulas.

Señores ministros, no se crucen de brazos, accionen, porque el mensaje presidencial coraza con suficiente claridad, y la ordenanza está dada. Esa mancomunión coadyuvará crecidamente a yugular, en un itinerario de mediano y largo plazo, el paisaje de lodazal de un segmento de la juventud dominicana, que últimamente melena con el pandillerismo escolar y barrial.
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