Manuel Díaz Aponte
Quedó evidenciado que las costas de la República Dominicana están enormemente cargadas de desperdicios, lo que debe motivar una cruzada de limpieza de las autoridades porque se trata de nuestro principal atractivo para el visitante.
La furia del mar en las riberas de las costas dominicanas lanzó montones de basuras al pavimento en el malecón de Santo Domingo, Barahona y de San Pedro de Macorís, tras el paso del huracán Beryl, categoría 4, evidenciando así un claro mensaje: la naturaleza ya no soporta más abuso de la población.
La propia ciudadanía debe estar consciente de la magnitud de la problemática procediendo a evitar lanzar basuras en las áreas costeras porque se trata de una cuestión de seguridad, de cuidar las playas y balnearios en todo el territorio nacional.
Los propietarios de los centros de expendios de alimentos cercanos a las costas en Boca Chica, Juan Dolio, Samaná, Barahona, Bayahíbe, Haina, San Cristóbal y Guayacanes entre otros deben ser los primeros en preservar la limpieza en esos atractivos espacios que nos regala la naturaleza.
Los desperdicios que diariamente van a parar al mar, ríos, cañadas y arroyos son de tal dimensión que hoy representan un gravísimo problema ambiental y de salubridad en el país.
Penosamente las venideras generaciones dominicanas no podrán disfrutar del esparcimiento y deleite de un baño en el mar porque de seguir el ritmo de contaminación actual, ya ni siquiera habrá espacio para inhalar el saludable yodo costero.
Fui testigo del penoso drama del basurero expulsado por los fuertes oleajes en el malecón de la Sultana del Este, que actualmente reconstruye el Ministerio de Turismo, a un costo superior de 250 millones de pesos.
Brigadas del Ayuntamiento de la ciudad de San Pedro de Macorís comenzaron a levantar los escombros y allí pude observar que hasta perros muertos “salieron despavoridos” del litoral costero, como señal inequívoca de los abusos de la gente contra los océanos.
¡Qué pena! Y me pregunto: ¿Hasta cuándo los ciudadanos dejarán de abusar y destruir los recursos naturales que en otrora exhibimos con orgullo y disfrutamos de sus bellezas y esplendores?
Obviamente, que la educación ciudadana y el irrespeto a las normas de convivencia son factores que motivan e incentivan ese lamentable drama social.
La falta de una política de Estado que envuelva un accionar conjunto de los cabildos y otras instituciones como el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones en el levantamiento y destino final de los desechos sólidos que se generan en las distintas localidades agravan la situación.
Conciencia Ciudadana
El destino final de los contaminantes en las comunidades que controlan los Ayuntamientos sigue siendo el absurdo método de “cielo abierto”, que finalmente incentiva la contaminación ambiental. Son focos que auspician al mismo tiempo la quema de excrementos sin ningún control.
El fenómeno atmosférico que acaba de afectar el país se desplazó a 35 kph y una intensidad de los vientos máximos sostenidos en 250 kph.
La propia ciudadanía deberá tomar conciencia del grave peligro para su propia vida que representa el lanzamiento de desechos sólidos a las vías públicas, y no es esperar consecuentemente que sean los cabildos que exclusivamente afronten ese drama.
En el propio hogar es donde se realiza la primera orientación y si los adultos no adquieren conciencia sobre los contaminantes que tiran por doquier, como podemos pretender que los niños no lo hagan viviendo y observando a temprana edad ese mal comportamiento, lo que evidentemente, harán en la adultez.
Irresponsabilidad vs. desorganización
Ante el paso de un fenómeno atmosférico por el territorio dominicano de inmediato sale a la vista los niveles de desorganización e irresponsabilidad en el comportamiento de muchos ciudadanos cuando observamos las aguas arrastrando toneladas de basuras sumergidas en los registros del sistema de desagüe y del alcantarillado.
Entonces, vemos gente implorar ante los medios de comunicación que las autoridades levanten los basureros esparcidos en calles, avenidas, plazas y zonas residenciales.
Sólo cuando cada ciudadano tome conciencia sobre la magnitud del daño que provoca el lanzar desperdicios a las vías públicas podremos afrontar ese drama.
¿Quiénes sufren las consecuencias directas de los montones de basuras que diariamente tiran a las calles ciudadanos irrespetuosos, lógicamente que la misma población que después grita por la destrucción de sus enseres en el hogar tras producirse las inundaciones en las principales ciudades del país?
Vivimos del turismo
Nuestra mayor fuente de ingresos en divisas proviene del turismo y en los meses de enero-junio de este año, casi seis millones de turistas nos visitaron, según datos del Ministerio de Turismo. Este volumen junto a las remesas de los dominicanos en el exterior son las columnas centrales de la economía nacional.
Dicha cifra proyecta un nivel de 11.5 millones de visitantes al finalizar el 2024, expuso el ministro David Collado.
Todo buen dominicano debe velar porque la imagen de la nación no salga perjudicada ante los montones de basuras vertidos en las zonas urbanas, llegando a impactar inclusive en las áreas boscosas y marítimas.
Artículo de Manuel Díaz Aponte