noviembre 22, 2024

José Rafael Sosa


Finlandia es una obra de actores. Finlandia como pieza, es una
basada en la fortaleza de su concepto y en la capacidad del buen
describir por parte de su autor.  Es una pieza que se enmarca en un
parlamentarismo brillante, detallado, rico en situaciones que
incrementan su ritmo al paso de los minutos de representación
parlamentarista que no deja respiro.


La obra está dotada de la fuerza de la palabra, al punto que la
mayor parte de los recursos técnicos del teatro (escenografía,
maquillaje, vestuario y otros) le resultan innecesarios para ser,
haciendo excepción de las luces.


Original del dramaturgo, actor y director francés Pascal Rambert, el
texto es un territorio fértil para que el público viva un recorrido que
no deja pausas, y en el cual los enfrentamientos verbales – a partir
de concepciones antagónicas, la visión machista congelada en el
tiempo y la rebeldía femenina contra los encadenamientos
culturales.


Ese enfrentamiento, tremendamente detallado y contundente logra
que cada asistente, primero, recordando cómo se expresan valores
en sus existencias, ver la forma en que se manifiestan, y, segundo,
apostando muy internamente cada quien, a uno de los dos
portavoces que encarnados los dos personajes.


Para el montaje en el país, los dos talentos actorales, Vicente
Santos y Judith Rodríguez, ambos residentes en el guarecido
espacio de los mejores intérpretes dominicanos, que los lleva a
desarrollar un texto dramático rico en detalles, aderezado de color y
sabor propios.


A Vicente Santos le tocó ser hombre que de hecho es la pareja
posesiva, recuperado por la ideología machista y que logra sacar
adelante una persona tan despreciable como impresionante.

Vicente retablilló en un par de momentos, pero es excusable por el
ritmo verbal a su cargo.


Judith Rodríguez, es la figura prístina en escenario y en las
locaciones de cine. Y salvo el rol suyo en Rafaela, – que le exigió
una intensidad al nivel más alto- logra en interpretación su escala
más alta. Se hace dueña de una gesticulación expresiva y medida,
pese a los garrafones de texto a su cargo.


Ambos protagonizan, con el desafiante textual, un enfrentamiento
casi demencial, que delibera en los puntos claves de sus visiones y
experiencias.


Una tercera figura en escena es la niña Nefer Galaxia Mourou, que
tiene un rol tan trascendente como los dos adultos en escena, a
pesar de su corto tiempo de exposición. Puede que mucha gente se
sorprendiera al ver un rostro infantil “inédito”, pero eso relativo. Su
papel es corto pero fundamental para dar forma final al
enfrentamiento, haciéndolo de modo sorpresivo y único.


Un teatro inclusivo


El montaje de Finlandia en el país deja el precedente de haber sido
desarrollada con sentido inclusivo, para lo cual se ofrecían
facilidades de acceso para personas disminuidas en su movilidad,
tratando de vencer las barreras arquitectónicas e instalando
intérpretes del lenguaje de señas.


La presentación de Finlandia es por sí misma, un llamado a
productores y directores de teatro, de hacer accesible su quehacer
artístico a todos los grupos humanos con limitaciones motoras y
sensoriales.


Un enfoque equivocado


Los responsables de la promoción de la obra, se dejaron llevar por
la pendiente enjabonada del mercadeo del facilismo. Las fotos
difundidas en los medios, no se corresponden por su ternura y
sensualidad, a lo que es la pieza.


Quienes fueron al teatro de Bellas Artes esperando ver en vivo
aquella escena, de seguro que salieron frustrados. Es una pena que
una pieza de teatro de esta trascendencia, sea distorsionada en su
imagen pública, buscando venta de boletas. 


El autor y director

Pascal Rambert (Nacido en Niza, 1962) es un dramaturgo, director
de escena, director teatral y coreógrafo francés. En 2016 recibió el
Premio de Teatro de la Academia Francesa por el conjunto de su
obra.

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