noviembre 21, 2024

Por Félix A. Aguilera M.A.
Abogado, Especialista en Derecho Penal.

Criticar desde la oposición es, sin duda, una tarea más sencilla que gobernar desde el poder. Sin embargo, los beneficios de cada rol son distintos y, en un país subdesarrollado como el nuestro, donde el nivel educativo es generalmente bajo y la administración pública enfrenta serios desafíos, esta dinámica se vuelve aún más evidente.

En este contexto, el principal opositor al gobierno de Luis Abinader es Leonel Fernández, quien ha ocupado la presidencia en tres ocasiones. Lamentablemente, su liderazgo actual carece de la inteligencia política necesaria y parece estar marcado por una desconexión emocional con la realidad del país. En su anhelo de volver al poder —un retorno que se vislumbra lejano— parece olvidar su propia trayectoria en la administración pública, como si sufriera de un mal de Alzheimer antojadizo.

Fernández evoca la imagen de un comediante que afirmaba haberse casado con “la doña razón”, cuyo apellido era “siempre”. Esta metáfora ilustra bien cómo su discurso se ha vuelto repetitivo y poco convincente. Afortunadamente, contamos con una oposición que se caracteriza por su mediocridad y falta de dirección clara. Esta oposición no solo se limita a criticar; también carece de propuestas concretas que aborden las graves problemáticas nacionales que ellos mismos contribuyeron a crear.

Sin una oposición que aporte ideas y soluciones viables, resulta evidente que su futuro es sombrío. Su accionar les condena a ser meramente críticos sin un camino claro hacia el liderazgo. En este sentido, dentro de la FUPU, existe un candidato sempiterno que, según “el conceptualizador”, se percibe como un dios entre mortales. Este individuo parece haber olvidado que no solo se trata de ocupar un cargo; también implica tener la razon necesaria para guiar al país hacia adelante.

En conclusión, para que la oposición cumpla con su rol fundamental en una democracia saludable, debe trascender la simple crítica y ofrecer propuestas constructivas. De lo contrario, seguirá atrapada en un ciclo de mediocridad sin esperanza de futuro.

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