Manuel Díaz Aponte
El mundo contempló la reunión histórica entre los líderes de las dos superpotencias que marcará los días finales de un accidentado 2023, impactado por terribles devastaciones derivadas del deterioro climático y las guerras de Rusia-Ucrania, así como Israel-Palestina.
Se espera que finalmente haya encontrado una vía de entendimiento en torno a las prolongadas diferencias comerciales que separan a Washington y Beijing.
Son dos potencias que deberán convivir armoniosamente aún con sus diferencias y en ocasiones radicales posiciones, porque se trata de un matrimonio sin divorcio.
Estados Unidos y China representan el 65% del comercio mundial, y sus estructuras militares de defensa pueden convertir al globo terráqueo en un polvorín en cuestión de segundos.
Según la Organización Mundial del Comercio (OMC) China, Estados Unidos y Alemania fueron los tres principales exportadores de mercancías en 2021, con una participación del 15% (China), el 8% (Estados Unidos) y el 7% (Alemania) en las exportaciones mundiales.
En los sectores de la inteligencia artificial y las telecomunicaciones China y EE. UU. libran una lucha campal por su control y predominio.
La denominada “guerra fría tecnológica” que protagonizan ambas naciones a partir de las disputas y restricciones impuestas por las autoridades estadounidenses al gigante tecnológico chino Huawei suponen una seria amenaza para la convivencia y armonía comercial.
La transnacional china representa un extraordinario avance en la dinámica e innovadora industria tecnológica y consciente de ello, el gobierno de la República Popular de China la proyecta y promueve como su estrella en los ámbitos de la creatividad de un sector que no para de crecer.
Las diferencias y el conflicto comercial vigente entre las dos principales potencias mundiales se iniciaron en marzo de 2018, tras el expresidente estadounidense Donald Trump anunciar la imposición de aranceles de 50 mil millones de dólares a los productos chinos bajo el artículo 301 de la Ley de Comercio de 1974, alegando un historial de “prácticas desleales de comercio”, robo de propiedad intelectual y una transferencia forzada de tecnología americana a China.
Esa situación, obligó al liderazgo de la potencia asiática acudir a un arbitraje ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), en mayo del 2018.
En medio del clímax de la disputa, el sector manufacturero de Estados Unidos cayó para diciembre de 2019, en su peor desplome en una década, atribuyendo el declive a la guerra comercial entre las dos mayores potencias mundiales.
En la práctica, ambas superpotencias se necesitan recíprocamente, aunque los chinos trabajan afanosamente para reducir la dependencia comercial de la potencia del Norte.
A juzgar por el apretón de manos que ambos mandatarios exhibieron al saludarse previo al encuentro en San Francisco, California, en el marco del Foro de APEC, parece que esta vez habrá más que un saludo protocolar.
Mala Señal
Biden retomó la confrontación con China al calificar al líder Xi Jinping de dictador en la conducción de un estado socialista.
De inmediato, las autoridades chinas rechazaron dicho calificativo considerándolo como irresponsable y desafortunado.
La población mundial espera ansiosamente que Estados Unidos y China apliquen una agenda bilateral que contribuya a cambiar el rumbo de la economía mundial para dar paso a un modelo que auspicie el bienestar, crecimiento y prosperidad de la humanidad.
Un punto clave entre los acuerdos suscritos tras la reunión de Xi Jinping y Joe Biden, fue evitar que la inteligencia artificial pueda desestabilizar la economía mundial.
Igualmente, aumentar el intercambio de informaciones militares y los vuelos comerciales entre EE. UU. y China.
Además, el presidente estadounidense abogó por una reducción de las tasas de intereses en el mercado bilateral entre los dos países.
Gran inquietud: Inteligencia Artificial
Ambas superpotencias buscan revisar sus vínculos con miras a lograr un “nuevo enfoque” en sus turbulentas relaciones diplomáticas marcadas por diferencias conceptuales, ideológicas, políticas y comerciales.
Taiwán es un tema controversial incluido en la agenda de los dos líderes más poderosos del mundo, así como la lucha contra el tráfico de fentanilo también está en la agenda de la cita. La última vez que Biden y Jinping estrecharon sus manos fue el 14 de noviembre de 2022, durante la cumbre del G-20 en Bali.
El líder chino dejó claro ante Biden que la reunificación de Taiwán con la República Popular de China es “imparable”.
El presidente de Estados Unidos, en cambio, pidió que China interponga sus relaciones con Irán para evitar que siga apoyando al grupo Hamás en la guerra entre Israel y Palestina.
La confraternización en los vínculos chinos-estadounidenses por supuesto que beneficiará al mundo por tratarse de las dos potencias con mayor incidencia y predominio a escala universal.
¿Qué desearía la comunidad mundial?, pues que haya un sistema de comercio que auspicie el crecimiento y desarrollo de las demás naciones en igualdad de condiciones.
Asimismo, que los avances tecnológicos y las innovaciones de punta estén al alcance de los países en vía de desarrollo y que haya un flujo comercial abierto, transparente y sin restricciones previamente establecidas.
Que el libre comercio, patente y la transparencia en los esquemas comerciales a nivel mundial sean respetados entre los Estados suscribientes.
Pero más que nada, que surja un nuevo reordenamiento comercial mundial capaz de superar los viejos enfoques del neoliberalismo capitalista vigente que tanta pobreza y desigualdad social ha esparcido a escala internacional.
Biden: Jinping es dictador
En los ámbitos políticos y diplomáticos chino la reacción sobre el calificativo de Joe Biden de que Xi Jinping es un “dictador” fue de sorpresa. Apenas saliendo ambos mandatarios de una prolongada reunión donde se abordaron temas trascendentales para las relaciones bilaterales salió la expresión que acaparó las principales páginas de los diarios del mundo.
Para muchos es inconcebible dicho calificativo después de los saludos cordiales que exhibieron los líderes de las dos principales potencias mundiales y cuando todavía el visitante pisaba tierra estadounidense.
La polémica ha empañado los resultados del encuentro realizado en San Francisco, California, y ha generado un gran malestar entre el liderazgo político del gigante asiático.
La portavoz de la Cancillería china Mao Ning dijo que las palabras del presidente estadounidense son «extremadamente erróneas y constituyen un acto político irresponsable».
Ahora nadie se atreve a adelantar el rumbo que seguirá a las tortuosas, complejas e impredecibles relaciones entre Estados Unidos y China.
El mundo aspira a que ambas superpotencias convivan en un ambiente de respeto, reciprocidad comercial y colaboración para bien de la paz y desarrollo mundial.
Artículo de Manuel Díaz Aponte