Santo Domingo.- En un movimiento reciente, el Plan Social ha iniciado el proceso para la adquisición de bonos canjeables destinados a ser repartidos entre sus empleados por un valor de diez millones de pesos.
Realmente esta compra de bonos refleja el compromiso del presidente Luis Abinader con la transparencia y la responsabilidad en la gestión pública?. Sin embargo, la realidad plantea dudas significativas sobre el cumplimiento de dichas promesas.
El presidente Abinader ha reiterado en múltiples ocasiones su dedicación a un gobierno transparente y eficiente. No obstante, la implementación de estos bonos canjeables parece estar en el filo de la navaja respecto a estas declaraciones. Fuentes cercanas al proceso revelan que los bonos, que se pretenden entregar de manera rápida y efectiva, carecen de sistemas de seguridad adecuados, como por ejemplo la tarjeta del bono navideño que se entrega con la cédula y usted aplica vía un sistema a través del SIUBEN.
Críticos de la administración han expresado su preocupación acerca de estas prácticas que, aseguran, no solo facilitan un acceso indebido a recursos del Estado, sino que también socavan los principios de transparencia que el presidente Abinader tanto defiende. En palabras de un analista político local, «sin un sistema comprobable de registro y seguridad, estos bonos pueden terminar en manos de cualquier caminante, desviando la ayuda de quienes realmente la necesitan.»
La directora Yadira Henríquez se encuentra en el centro de la controversia. Su liderazgo en estos procedimientos ha sido cuestionado, pues muchos apuntan a que su falta de implementación de medidas de seguridad robustas podría estar poniendo en riesgo la integridad del programa. La necesidad de respuestas claras y la urgencia de un cambio en el proceso son cada vez más imperativas, según indican diversas voces dentro del ámbito político y social.
El pueblo dominicano merece mejores garantías de cómo se utilizan los fondos públicos. La administración de recursos debe hacerse siempre bajo un riguroso escrutinio, asegurando que cada peso gastado llegue efectivamente a su destinatario legítimo.
La responsabilidad ahora recae sobre las autoridades competentes para abordar estas inquietudes y ajustar los procedimientos existentes, asegurando que la transparencia no sea solo una palabra en discursos, sino una realidad tangible para todos los ciudadanos.